domingo, agosto 27, 2006

Tristeza

Podría decir que últimamente las cosas no van bien, que discuto a menudo con la comida, y que el otoño ha vuelto a cogerme desprevenido, abofeteándome con la crudeza de sus tonos marrones y los jerseys de entretiempo.
También podría decir, susurrar llorando que me falta algo, que no sé qué es, ni dónde se me cayó ni por qué lo olvidé sin siquiera darme cuenta. Ni si alguna vez lo encontraré en una cajita de música o entre las hojas caídas de un inhóspito octubre.
Pero tan sólo diré que odio cortar cebolla, porque hace que parezca que tengo sentimientos.

jueves, agosto 17, 2006

Sexto sentido

Dicen que los animales poseen una especie de "sexto sentido" que les permite anticiparse a las grandes catástrofes, como los terremotos y los incendios. En cuanto perciben el peligro se marchan a algún lugar seguro (mucho antes de que nosotros nos demos cuenta de que algo va a suceder) y así logran salvan sus vidas.
Yo, al igual que ellos, noto cosas. Y desde hace unas semanas algo muy dentro de mí, un susurro dulce, flojito, me dice que te estás acercando. Todavía no soy capaz de ponerte cara, ni nombre, ni tan siquiera voz, pero sé que cada minuto que transcurre te aproximas más y más a mi vida.
Aún no te conozco, pero tengo la fuerte convicción de que cuando llegues (un día de estos) revolucionarás toda mi existencia, como si de un huracán, un tornado, o un exótico tsunami se tratase.
Y, al contrario del resto de animales, no pienso (ni quiero) escapar.

viernes, agosto 11, 2006

Ausencia cotidiana

Desde que te marchaste, el cuarto de baño siempre está a mi disposición, y ya no tengo que buscar el teléfono inalámbrico entre los cojines cada vez que suena. Ahora (¡por fin!) puedo estirarme hasta el infinito en el sofá, y dar vueltas en la cama, y no volver a escuchar a ese maldito Franz Ferdinand que ponías a todas horas.
Los viernes por la noche ya no son una continua lucha por el mando a distancia, y duermo sin riesgo de morir aplastado por tu bonito (aunque pesado) cuerpo. Además, el estante de las camisetas vuelve a estar ordenado por colores, y no se han repetido las misteriosas desapariciones de mi batido de chocolate.
Pero, a pesar de las innumerables e insignificantes ventajas de tu ausencia, te echo de menos.

martes, agosto 08, 2006

Veinticinco

Tenía ya pensado el post de hoy, pero hace una hora ha llegado a mis oídos un dato que me ha hecho pensar. Así que guardo el otro post en un cajón, a la espera de ser publicado, y me pongo a hablar de otra cosa:

Un día como hoy, hace ya 25 años, se casaron mis padres. Hoy celebrarían sus bodas de plata, con la consiguiente fiesta repleta de familiares, amigos, vecinos...
En el año 1992, junto a las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla, ocurrió otro hecho de bastante menor trascendencia social: mis padres se separaron oficialmente, y tiempo después firmaron el divorcio. A mi la cosa me pilló muy pequeño (tenía seis o siete años) así que no me debió resultar difícil adaptarme a la nueva situación: me acostumbré a tener dos casas, a las llamadas telefónicas diarias y a pasar fuera los fines de semana.
No quiero que estas líneas tengan un tono trágico (aunque a veces sea inevitable o inconsciente) ni que dejen un sabor amargo: no es mi intención. Simplemente es un hecho y ya está. Son cosas que pasan y no soy quién para juzgar ni analizar a nadie (y además, seguramente fue lo mejor)
Pero a raíz de este no-aniversario he comenzado a pensar en muchas cosas: en las rupturas, en el desgaste de la convivencia, en lo difícil que resulta empezar de cero (sobre todo para quien se suele llevar la peor parte: la madre) y, sobre todo y ante todo, en los compromisos.
Y es que yo me pregunto: ¿Siguen teniendo sentido los compromisos? ¿Son realmente sinceros? ¿Tienen fecha de caducidad, como un yogur de limón? ¿Existe el amor eterno o es la mayor mentira de Hollywood?