Ángulo muerto

A veces me gusta pensar que, igual que cuando conducimos, nosotros también tenemos ángulos muertos en nuestro día a día. Que hay alguien fuera de nuestro campo visual pero muy cerca, tan cerca que casi puedes notar su aliento detras del lunar de tu oreja derecha, y que en un giro inesperado de la vida impactaremos con él y todo estallará por los aires. Y será precioso y ya no nos querremos morir ni nada de eso.
Yo por ahora sigo recto, pero voy mirando de reojo por si quieres que pegue un volantazo...

Adelante

Chicas, quiero explicaros el verdadero motivo por el que estamos hoy aquí reunidas, rodeadas de poleos menta, cafés con leche y pastitas almendradas. Llevo un tiempo dándole vueltas, y creo que ha llegado el momento de afrontar la realidad, y que contemplemos la pequeña posibilidad de que el amor para toda la vida no exista. Sí, no me miréis con esa cara, hijas de puta. Tenemos cierta edad, y empiezo a dudar que el hombre perfecto vaya a aparecer por esa puerta y nos vaya a coger en sus brazos, a lomos de su caballo para no volver atrás jamás, ni nada remotamente parecido. Es muy bonito pensarlo, pero todos estos años de esfuerzos, de reflexiones sobre lo divino y lo humano, del "hoy me ha mirado", de rayos UVA y pastillas quemagrasa, no han logrado los resultados deseados. Aunque, si somos sinceras, nos han tenido muy entretenidas mientras tanto. Y, si de verdad lo queréis, podemos seguir intentándolo. No perdemos nada.

Catarsis

Siempre he defendido el vómito como proceso catárquico, como símbolo de empezar de nuevo otra vez. Vomitar para cambiar, para olvidar las noches de sexo, tus manos, las risas en voz alta, esas cenas compartidas y los abrazos de madrugada. Para sacarte de dentro de mí, porque me duele y porque no puede ser. Vomitar cualquier tipo de sentimiento, tomarme un smint de menta y volver a comerme el mundo, como antes de ayer, pero un poco más débil y triste. Y más delgado, dónde va a parar.